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Juventino Mendoza

Juventino Mendoza

Juventino "El arte nació conmigo"

Si fuera necesario describir artísticamente a JuventinoMendoza en una sola palabra, el adjetivo exacto sería polifacético.

Este joven cubano es de esos artistas que en raras ocasionesse ve en el mundo del entretenimiento, y que cuando salen a la luz pública sorprende a más de uno. Y esto se debe a las tantas facetas que es capaz de desarrollar en el escenario, su amplia preparación y su encantadora personalidad.

Nativo de la provincia de Sancti Spiritus, Cuba, nació en el seno de una familia que siempre supo apreciar el arte musical inculcándole desde chico respeto y amor por la música.

Sus hermanos mayores, al igual que su padre, eran instrumentistas, mientras que su madre era cantante. Cuando la familia armaba una fiesta, "Juve", como le decían de pequeño, era llamado a ser parte de la rumba. Lo mismo ocurría cuando el papá se ponía a tocar junto a la orquesta que dirigía y lo invitaba a subirse al escenario, a pesar de que tuviera apenas cinco años. Ya para entonces, Juventino reconocía que le apasionaba lo que hacían sus familiares al punto de querer imitarlos de grande.

"Me fascinaba que los ensayos se hicieran en mi casa, pues al terminar cada jornada se guardaban los instrumentos en mi cuarto, y yo me ponía a curiosear, conectaba el piano y las tumbadoras para manipularlos, y hacía de esto mi pasatiempo  favorito", cuenta el talentoso joven de sus primeros acercamientos a la música.

A medida que iba creciendo, el deseo por convertirse en músico iba cobrando mayor fuerza. Al cursar el quinto grado, con diez años, mostraba tanto interés por seguir el ejemplo de sus parientes que sus padres lo inscribieron en la escuela de música local, donde se inició tomando sus lecciones de percusión. Pero desde allí entendió que lo suyo no era únicamente tocar en una banda, más bien era ser un "showman" con capacidad de desdoblarse en distintas áreas.

Por tal razón, quiso seguir formándose y se sumó a la Casa de la Cultura de su región, institución en la que pudo poner de manifiesto sus habilidades para la danza, llegando a ser parte de innumerables presentaciones de bailes internacionales y de "ruedas" de casino.

Luego pasa a vivir un forzado paréntesis en lo que se perfilaba como una buena carrera artística para dedicarse a los deportes, otra disciplina en la que descollaba dentro de los jóvenes de su generación.

"Provengo de un barrio bien deportivo en donde a diario se practicaban diferentes deportes, principalmente el béisbol, era como un vicio que padecíamos todos", resalta con cierta nostalgia, antes de continuar diciendo que, pese a que tuvo muy buenos resultados como corredor y que todos pensaron que sería un atleta de renombre, lo que soñaba distaba en mucho de esta realidad.

Sin embargo, su educación se impuso, y Juventino tuvo que elegir el lugar al cual iría a estudiar una carrera técnica en lo que se conoce en Cuba como "escuela de oficio". Entonces,  se muda a la provincia de Cienfuegos, al centro de la isla, persiguiendo un título en mecánica industrial.

Para todos, en aquél momento las ideas de estrellato del entusiasta adolescente se habían esfumado de la cabeza de Juve. Pero no era así.

Por razones de salud, a mitad de sus estudios volvió a su ciudad natal. En su estadía, una de las tías con la que mantenía mayor cercanía, le avisó entusiasmada que habría audiciones para ingresar a una prestigiosa academia de danza en La Habana.

"No dudé en viajar esa misma noche hasta la capital para hacer las pruebas de lugar, el arte era mi vocación y no podía dejar pasar la oportunidad", cuenta mientras los ojos le brillan de sólo rememorar aquel emotivo día.

Participó y regresó a casa con la esperanza de que lo volverían a llamar.  Y a los dos meses, recibió con júbilo la esperada llamada y se apresuró en ir nuevamente a La Habana, en esta ocasión al lado de su padre. Una vez allí, le dan la mala noticia de que por su estatura no podría formar parte del grupo de baile, ya que exigían 1.70 metros, a los que, en ese entonces, no llegaba. Fue tal la decepción que, dice, sintió que el mundo se le derrumbaba.

"Mi padre, insistente, me aconsejó que esperáramos un rato hasta que eligieran a la gente que sí reunía las condiciones requeridas y ver qué ocurría. Y, efectivamente, a las dos horas, los jurados de la audición volvieron a buscarme pues había un faltante en el grupo de los hombres, ¡y me aprobaron!", narra con notable alegría.

Esto supone que vaya a vivir a la capital cubana para formarse por cuatro años en la Escuela de Espectáculo Musical, en la cual se imparten clases de baile, canto y actuación. Graduándose de allí, es llamado para unirse al Ballet de la Televisión Cubana, lo que significó su primer trabajo formal como bailarín profesional, presentándose a diario en la pequeña pantalla nacional.

"Para mí fue una experiencia súper linda porque, aunque al principio sentía unos nervios que no podía controlar, me acostumbré y allí permanecí por ocho años", indica.

En ese tiempo, por medio de otro casting, tuvo la oportunidad de visitar España acompañando a María Jiménez, una de las bailarinas clásicas más importantes de la "Madre Patria", en un espectáculo por todo lo alto denominado "En blanco y negro", que también contaba con la musicalización de la cantautora canaria Rosana.

Pero en el transcurso de sus estudios sucedió algo inesperado. Un empresario llegó hasta él por referencia de unos amigos, pues buscaba a un bailarín cantante. Para ese momento, no había cantado en público de manera profesional, pero aceptó el reto que lo llevaría hasta Aruba a presentarse en un show latino que se hacía en vivo como atracción turística de este país.

Estar allí fue una prueba de fuego. Pero pudo superarla y se llevó de ella grandes aprendizajes y experiencias que le allanaron el camino para lanzarse a otras aguas.

"En ese show cantaba canciones de artistas famosos como Alexander Pires, Chayanne, Marc Anthony y Gloria Estefan, y como el resultado fue exitoso, los productores me ofrecieron clases de canto y me ayudaron a potenciar aún más mis talentos al permitirme ser yo en el escenario", apunta y reconoce con modestia que poco a poco empezó a convertirse en la figura estelar de la producción completa.

La rápida popularidad que había obtenido el show con este cubano al frente fue de beneplácito para sus organizadores, quienes quisieron renovar el contrato al cabo de su segundo año con ellos. Pero Juventino consideraba que esa etapa ya había concluido y necesitaba nuevos desafíos y nuevos aires.

"Deseaba  escalar y se me metió en la cabeza la idea de irme a Norteamérica, pero los productores se opusieron y tuve que devolverme a Cuba", afirma.

Avalado por su experiencia y alta reputación, no le fue difícil repuntar en suelo propio.

De vuelta, "en poco tiempo ingresé al elenco de "Lady Salsa", un show completamente cubano que se promocionaba internacionalmente".

Ya en ese punto, los directores artísticos le llamaban para ofrecerle trabajo como bailarín o cantante en diferentes proyectos.

Y por si esto no fuera suficiente, sus amigos y allegados no cesaban en recomendarle que debiera de audicionar para la Charanga Habanera, uno de las orquestas más importantes de la isla. Así que, animado por la gran oportunidad que sería la agrupación, prueba suerte y es elegido para formar parte de la alineación musical que tenía artistas que cantaban, bailaban y hacían acrobacias ante el público, habilidades que para Juventino no eran nada desconocidas.

Cuando el público de los distintos países lo veía en escena, se desataba un frenesí inmediato con sus piruetas y cadenciosas coreografías. Esa versatilidad en el escenario hablaba bien de él donde quiera que se presentara, al extremo de que se le comparaba con las más famosas estrellas latinoamericanas.

"Con este grupo viajé a muchos países y pisé escenarios espectaculares en Asia y Europa, los cuales son mundialmente conocidos y en los que se han presentado luminarias como Ricky Martin. Fue una experiencia inolvidable", relata el versátil artista.

Aún así, sabía que había llegado el tiempo de sonar con nombre propio. "Quería hacer trabajos por mí mismo, porque tenía, y tengo, muchas inquietudes, desde componer canciones hasta montar coreografías, y me arriesgué a ir tras eso por el dicho que dice que el que no se arriesga, no gana, pero tampoco pierde".

Por eso, con la ayuda de algunos amigos, llegó a territorio estadounidense, hasta asentarse definitivamente en Miami. Desde ahí empezó a promocionarse tímidamente en centros comerciales y canales locales, tocando la guitarra y entonando las típicas canciones de Charanga Habanera.

Decidido a mostrarle a todo el mundo lo que lleva dentro, "pasión artística y mucho talento", se entrena día y noche en espera del momento propicio para su gran lanzamiento desde el importante trampolín que representa para los artistas Estados Unidos.

Desde el instante en que se dé a conocer, Juventino se convertirá, sin duda, en un artista revelación que fascinará a las multitudes con su gracia natural y la energía que brota de su impecable voz y armoniosos movimientos.

"El límite de mis aspiraciones es el cielo. Me gustaría que me reconocieran primero como cantante y después como un showman", confiesa.

Y con la humildad y franqueza que le son propias, dice también que, como ha realizado arte plástico con anterioridad, no quisiera dejar de lado esta otra faceta y dedicarse eventualmente a la pintura y la cerámica como hobbies.

Hoy, revestido de fe, se siente agradecido de estar en el lugar que está y contar con todo el apoyo que ha recibido, pues asegura que va encarrilado hacia el lugar donde se encuentran sus sueños y no parará hasta llegar hasta ellos.

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